Deval
(1991) nos recuerda una cita de Immanuel Kant en donde afirma que “la educación
es el problema más grande y difícil que puede ser propuesto al hombre”. Y
nos indica que el insigne pensador alemán sostenía que “el hombre puede
considerar como los descubrimientos más difíciles: el arte del gobierno y el
de la educación y, sin embargo, se discute aún sobre estas ideas”. Por eso
no debe sorprendernos que sea sumamente difícil brindar una definición de
educación que complazca a todos.
Rufino
Blanco reunió 184 definiciones del término educación que se habían dado
antes de 1930, mientras que el investigador cubano Díaz Fabelo coleccionó 133
definiciones del mismo término, reuniendo, según su opinión, sólo las
principales[1].
Para
los efectos del presente trabajo parto de una concepción de educación como
proceso mediante el cual la sociedad se perpetúa, a la vez que el individuo se
perfecciona al desarrollar sus potencialidades, y que este proceso de perfeccionamiento individual le permite
aportar creativamente a la sociedad logrando también una transformación de la
misma. Asumo, entonces, que mediante la educación la sociedad no sólo se
mantiene sino que también se transforma.
En
el mundo contemporáneo, indica Picado [2](1998),
se concibe la educación como un hecho social que se da en un contexto cultural
donde inciden tanto factores sociales nacionales como internacionales, con el
fin de preparar a los jóvenes a enfrentar con éxito y dignidad los retos del
futuro.
Parto
también del hecho de que la educación cumple un fin ideológico en la
sociedad. Como indica Barabtarlo[3]
“el proceso de socialización que se inicia en la familia, y posteriormente en
la escuela, tiene como función entre otras cosas, la de garantizar la
reproducción ideológica dominante”.
Pensamos,
consecuentemente, como Torres[4]
que a “menudo tiende a ignorarse el carácter eminentemente político y social
de la Educación, para abordarla desde la perspectiva técnica y restringida de
la didáctica, enfoque que a su vez, se deriva de reducir los fines de la
Educación a la enseñanza, entendida como simple transmisión de
conocimientos”.
El
proceso educativo, recordemos, no está ligado sólo a la escuela. Cuando
tratamos del proceso denominado educación debemos diferenciar tres posibles
alcances: la educación formal, la educación informal y la educación no
formal.
La
educación formal es aquella que cumple con un currículo organizado, dirigido a
personas debidamente matriculadas en una institución educativa. En otras
palabras, la educación formal es el conjunto de acciones, previamente
planificadas y organizadas, destinadas a formar personas inscritas en una
institución del sistema educativo de un país.
La
educación no formal está conformada por actividades o programas organizados
fuera del sistema escolar, pero dirigidos hacia el logro de objetivos educativos
definidos.
La
educación informal es el proceso de aprendizaje continuo que se realiza fuera
de la educación formal o no formal. Se desarrolla, por tanto, en todo momento y
en todo lugar y se caracteriza porque todos enseñamos a la vez que aprendemos
de todo
Por
tanto el proceso educativo es permanente. En este sentido la relación educación
sociedad debe verse no sólo como la relación escuela sociedad, sino en un
sentido más amplio que incluye prácticamente todas las acciones humanas.
De
acuerdo con Böhn (1992), posición que es concordante con la asumida por Suárez[5],
la relación escuela-sociedad puede presentarse en cuatro tesis: la total
independencia entre escuela y sociedad, la escuela como dependiente de la
sociedad, la dependencia recíproca y la primacía de la escuela sobre la
sociedad.
En
este trabajo partimos de que el modelo de la dependencia recíproca parece ser
el que más correspondencia tiene con todas las exigencias de la teoría, así
como de la praxis. En efecto, pensamos como Böhn (1992) que permite insertar la
educación para sí en la educación para algo, proponiendo de esta manera una
formación del hombre capaz de trascender continuamente las contingencias de la
situación histórico-social, e incluso de evitar el entumecimiento en los roles
profesionales y sociales, pues también estos cambian con el correr de la
historia.
La
ciencia y la tecnología ocupan lugares importantes en nuestra sociedad, aunque
debemos reconocer que no tenemos niveles de inversión y de logro en estos
campos comparables con los de otras latitudes[6].
La
tecnología, en particular, ocupa un papel de mayor presencia en nuestros
hogares e influye de manera significativa en la forma como nos comunicamos,
trabajamos, nos transportamos y tiene, por tanto, influencia también en
nuestros valores.
Tenemos,
además, como afirma Ladriére (1977), citado por Ramírez y Alfaro (1983), que
“con el desarrollo de la ciencia y la tecnología se ha elaborado, además,
una ideología de progreso, de naturaleza profundamente optimista, que ve en la
ciencia y sus aplicaciones el instrumento clave de la cultura y cree poder
demostrar que la extensión de la racionalidad científica va a abrir a la
humanidad posibilidades prácticamente ilimitadas de crecimiento cualitativo”.
Siguiendo
a este mismo autor, tenemos que existen formas de orientación científico-tecnológicas
que consideran el desarrollo científico como suficiente por sí mismo para
asegurar la instauración de una sociedad armoniosa, gracias, a la vez, a la
difusión de los conocimientos y la aplicación sistemática de los métodos
racionales en todos los campos.
Existen
otras, nos agrega, cuya expresión más consecuente es el socialismo científico,
que, concediendo a la ciencia un lugar eminente y viendo en el desarrollo de los
conocimientos científicos y de sus aplicaciones una condición esencial del
progreso humano, consideran sin embargo que la ciencia no puede proporcionar
todo lo que cabe esperar de ella, si no se encuentran primero realizadas ciertas
condiciones relativas a la estructura económico-política de la sociedad; de
modo más preciso: si los medios de producción no se hallan colocado bajo el
control de la colectividad y si esta no posee los medios institucionales
necesarios para orientar el desarrollo de la ciencia en el sentido deseado.
En
la etapa actual, caracterizada por los procesos de globalización, conviene
considerar el siguiente planteamiento de Saxe(1999):
“En la medida que la tecnología avanza va posibilitando sustituir más procesos naturales, agrarios, artesanos, industriales o empresariales, haciendo crecer el control de la vida. El control de la tecnología en tanto núcleo de conducción epistémica y práxica de una supuesta poshistoria, constituye el locus de aquella acción orientada al éxito individual. La tecnología es base de sustentación del incremento de la hipercompetencia y de globalización”.
Tenemos
que aclarar que cuando hablamos de tecnología y educación en este trabajo nos
referimos a las llamadas “tecnologías modernas”, representadas
principalmente por las aplicaciones de la informática a la educación, pues es
claro que el educador o la educadora también está empleando tecnología cuando
utiliza la tiza y la pizarra, o cuando utiliza un rotafolio, por ejemplo.
Nos
preocupa, como a Trujillo (1992), que la informática haya sido aceptada en el
mundo de la educación prácticamente sin cuestionamiento – al menos por parte
de los educadores- bajo el supuesto de que su incorporación es condición
indispensable para adecuar la educación a las condiciones impuestas por el
desarrollo científico y tecnológico. Por esa razón en este trabajo
presentamos una posición crítica, que sin desconocer el potencial de las
modernas tecnologías en educación, nos permita resaltar algunas de sus
limitaciones, visualizar algunas amenazas,
a la vez que podamos identificar algunos retos que debemos asumir para acceder a
las oportunidades que nos ofrece.
Comparto
con Galvis (1991) que si la informática ha de tener un papel importante en el
enriquecimiento de la labor educativa es indispensable tener claro que tipo de
educación deseamos impulsar y cómo se puede favorecer tal enfoque educativo.
Trabajos
como los desarrollados por Galvis (1988) demuestran que la computadora puede
asumir diversos papeles como recurso didáctico, siendo posible en consecuencia,
generar ambientes de aprendizaje apoyados por la computadora de muy diversa
naturaleza.
En
el caso particular de la enseñanza y el aprendizaje de la matemática he
demostrado, Meza (1997), que los procesos de enseñanza aprendizaje de esta
disciplina pueden ordenarse en una taxonomía. También he demostrado, Meza
(1998), que existen diversas estrategias didácticas que pueden utilizarse para
apoyar la enseñanza de la matemática asistida por computadora.
Estudios
como los realizados por Maldonado (1991) han puesto de manifiesto que en las
aulas en las que se desarrollan procesos de enseñanza-aprendizaje con apoyo de
las computadoras:
existe
una fuerte interacción entre tradición e innovación.
la
estructura de un aula computadorizada tiende a facilitar tipos de interacciones
que no se dan en un aula tradicional.
el
trabajo con el computador sirve como estímulo a la interacción constructiva
entre estudiantes.
se
puede predecir que la existencia de tensiones diferentes a las existentes en las
aulas tradicionales puede facilitar la redefinición del papel social del
educador y que si se impulsan prácticas que animen a compartir experiencias y a
discutir marcos de referencia nuevos, se pueden generar cambios valiosos para la
educación.
Pienso
que la tecnología no es la solución de todos los problemas educativos, pero
reconozco que existen tendencias que muestran que se
convertirá en un agente activador del proceso de cambio en la educación.
E.
Computadoras y educación: creencias, retos, amenazas y oportunidades
Existe
una fuerte creencia de que la incorporación de la computadora en el proceso
educativo mejorará el proceso. Esta creencia se ve permanentemente reforzada
por las intervenciones de los vendedores de equipo y de programas, por una
parte, y de algunos políticos, por
otra, que por razones diferentes,
han estado y continúan interesados en exagerar los beneficios que pueden
derivarse de la introducción de las computadoras (y de otras tecnologías) en
el proceso educativo.
Ante
esto, debemos tener claridad de que el valor de los resultados que obtengamos al
usar computadoras en los procesos educativos, estará en función de lo que
hagamos, pero sobre todo de lo que hagan nuestros estudiantes, con ellas. Las
computadoras en los procesos educativos no poseen efectos mágicos, ni tienen el
alcance de resolver todos los problemas educativos.
Una
segunda creencia está relacionada con el pensamiento de que las computadoras
son para los jóvenes o para los expertos, situación que suele dificultar el
acceso de las educadoras y de los educadores al uso del equipo computacional
como apoyo en su labor.
La
realidad es que todos podemos utilizar las computadoras, y de muy distintas
maneras, y con el empleo de muy diversos programas. Actualmente no es necesario
ser un programador experto, ni siquiera ser programador en absoluto, para
utilizar las computadoras provechosamente. La existencia de programas
especializados facilita la edición de textos, el diseño, el manejo de
información numérica, etc., lo que posibilita que una gama muy amplia de
personas pueda encontrar en las computadoras apoyo importante para las tareas
que desarrollan.
Tampoco
es cierto que el acceso a la tecnología computacional sea sólo para los “jóvenes”,
aunque parece darse un acercamiento muy natural de estos a este tipo de tecnología.
La verdad es que todas y todos podemos prepararnos para utilizarla adecuada y
provechosamente, en diversas actividades.
Por
el lado de las amenazas tenemos que la cantidad insuficiente de equipo y de
programas en las instituciones educativas y la poca capacidad para mantenerlos
actualizados, puede constituir una gran limitación.
Uno
de los factores que más puede limitar el empleo de las computadoras en la
educación es el factor económico. Sobre este aspecto surgen interrogantes que
no tienen, al menos todavía, una respuesta definitiva. ¿Debe un país pobre y
subdesarrollado como Costa Rica invertir importantes cantidades de dinero en
computadoras cuando no hemos podido resolver otros problemas del sistema
educativo, como la falta de aulas y de pupitres? ¿Podrá el país dotar de una
cantidad adecuada de equipo a cada escuela y colegio? ¿Tendremos capacidad
financiera para mantener actualizado el equipo y los programas?
Este
aspecto debe concienciarnos de la responsabilidad de aprovechar al máximo los
recursos computacionales destinados a apoyar los procesos educativos.
Una
esperanza que aparece al respecto es la relativa tendencia de los precios a
bajar. Cada vez podemos adquirir equipos más potentes con montos menores o
iguales a los que se adquirían anteriormente equipos de menor capacidad.
Otra de las amenazas es que la introducción de cambios curriculares en el presente pueda generar deficiencias en las personas en el futuro. La tendencia a suprimir objetivos y/o contenidos de los programas de estudio, con argumentos como que las computadoras “los hacen innecesarios”, podría arrojar consecuencias negativas en la formación de los estudiantes que se manifiesten en el futuro.
En
este punto temo que pueda suceder lo que pasó en los años 60 y 70, con el
llamado movimiento de la “matemática moderna”. Bajo argumentos de que una
serie de contenidos ya no eran necesarios, pues no eran “modernos”, se
suprimió de los programas la enseñanza de una serie de tópicos de geometría
elemental. Como consecuencia, pocos años más tarde, las personas formadas con
esos programas mostraron serias dificultades espaciales.
¿Tendremos
que crear gimnasios para que las personas, después de un ajetreado día de
trabajo con las computadoras, puedan llegar a una sesión terapéutica a
trabajar con papel y lápiz las viejas rutinas de factorizar a mano o sumar
quebrados?.
La
importancia de este tema no debe subestimarse. La investigación educativa
permanente sobre la importancia de la enseñanza de cada tema, las consecuencias
de su eliminación y la introducción de nuevos y mejores temas, parece ser
parte de la solución.
Tenemos
también la amenaza de que hagamos más énfasis en las computadoras y en los
programas de “software”, que en los aspectos realmente relevantes de los
procesos educativos. Podríamos dedicar el tiempo a que los estudiantes aprendan
a usar los programas de “software”, descuidando el aprendizaje que debemos
lograr con el uso de esos mismos “paquetes”. ¿De qué nos sirve que un
estudiante pueda centrar textos o ponerlos en negrita, si no sabe redactar?
No
debemos perder de vista que la tarea fundamental del docente es planificar,
desarrollar y evaluar procesos de enseñanza-aprendizaje. La computadora juega,
en este contexto, el papel exclusivo de instrumento de apoyo. Por tanto, debemos
cuidar que la computadora no se constituya en el objeto de estudio, relegando a
un plano secundario la enseñanza y el aprendizaje de los temas fundamentales.
Parte
de las precauciones que debemos adoptar consiste en trabajar en el marco de un
planeamiento educativo, dentro del cual utilicemos las computadoras sólo cuando
tengamos elementos para considerar que pueden ayudar al logro de los objetivos
educativos propuestos de mejor manera que otros recursos.
Una
amenaza que también está presente siempre que se introducen innovaciones es
la resistencia al cambio. Esta
resistencia al cambio puede presentarse en los profesores, en quienes no desean
asumir nuevos retos o jugar un nuevo papel en el proceso educativo, a veces
motivada por el temor a ser desplazados por la computadora o a no poder
manejarlas apropiadamente. La resistencia también puede consistir en no aceptar
que algunos temas que ocuparon un lugar muy importante en nuestras lecciones ya
no deben ser enseñados, o deben enseñarse de una manera totalmente distinta.
Pero,
y este hecho suele no ser considerado, la resistencia también podríamos
encontrarla en las y los estudiantes quienes podrían no estar dispuestos a
asumir un papel más activo, en el cual se requiere de esfuerzos intelectuales
ligados a la observación, al establecimiento de conjeturas, a la búsqueda de
argumentos, etc. que rompen con un, a veces, “cómodo” papel de receptor.
Este
último punto debe ser analizado con cuidado pues suele partirse de la premisa
de que los estudiantes estarán encantados de trabajar con las computadoras.
Algunas investigaciones recientes demuestran que no necesariamente es así en
todas las ocasiones, y con todos o todas las estudiantes.
Aun
con los puntos señalados, tal vez la amenaza más grave consiste en que
incorporemos las computadoras en los procesos educativos sin cuestionar el mismo
proceso educativo que estamos desarrollando.
Tomemos
en cuenta que diversos autores reportan que algunas empresas norteamericanas
mostraron menor satisfacción con los resultados de automatizar sus procesos
productivos y sistemas de información, que las expectativas iniciales con los
cuales enfrentaron el proceso de cambio. Cuando los analistas estudiaron
cuidadosamente la situación descubrieron, para sorpresa y frustración de
muchas personas, que la causa de esta diferencia entre expectativas y logros, se
debía a que los procesos que se automatizaron eran ineficientes. Es decir, se
centró más la atención en la automatización misma que en la eficiencia y
eficacia de los procesos objeto de la automatización.
¿Acaso
no estamos expuestos a una situación similar en educación?. ¿No corremos el
riesgo de descubrir, dentro de unos cuantos años, que los resultados obtenidos
con la incorporación de las computadoras en el proceso educativo están por
debajo de las expectativas iniciales, y tengamos que descubrir también que todo
se debió a que incorporamos las computadoras sin cuestionar el mismo proceso
educativo?. Tenemos también la obligación de no caer ingenuamente tentados por
ventajas aparentes y consecuentemente, debemos mantener una actitud crítica del
proceso educativo mismo.
En
consecuencia, uno de los retos que nos plantea la introducción de las
computadoras en el proceso educativo consiste en sobreponernos conscientemente y
críticamente a los encantos de la computadora, y adoptar su empleo sólo
cuando, dentro de un proceso de planificación educativa, tengamos elementos
para estimar que su empleo supera a otros recursos didácticos alternativos.
Utilizar
computadoras en los procesos educativos de manera acrítica, puede llevarnos,
además de realizar gastos innecesarios, a dejar de hacer cosas que hacíamos de
manera aceptable sin las computadoras, para pasar a hacer cosas mediocres con
ellas.
Un
segundo reto tiene relación con la obligación de prepararnos adecuadamente
para usar las computadoras en el proceso educativo. Esta preparación debe
incluir necesariamente, según mi propia experiencia, una etapa formal
consistente en realizar estudios en centros universitarios o similares. Pero no
excluye la obligación de mantener una actitud permanente de autoaprendizaje.
Tenemos
como reto también el de construir una visión común de los fines de la educación.
Necesitamos fortalecer el para qué de los procesos educativos, para que el cómo,
que es donde las computadoras aportan principalmente, permita que los
estudiantes alcancen metas de aprendizaje más importantes.
Y
un reto que también debemos asumir es el de considerar de manera integral el
impacto que las computadoras tienen en el proceso educativo. Las computadoras
tienen en el proceso educativo un impacto que va más allá del mero hecho
metodológico, pues afecta todo el espectro curricular.
Pero
tal vez el reto más importante que nos plantea el uso de computadoras para
apoyar el proceso educativo es la obligación de visualizar cómo se redefine el
papel del profesor y de los estudiantes en los ambientes de aprendizaje
enriquecidos con computadoras. Investigaciones como las de Maldonado (1991)
muestran que en los ambientes de aprendizaje informatizados el papel del
profesor y del estudiante se modifican, pasando a jugar más un papel de colegas
o socios en la búsqueda de una verdad que ninguno de los dos
posee por completo.
El
nuevo papel que le toca desempeñar a la profesora y al profesor puede tener una
altísima relevancia para la o el docente, pues la o lo puede sacudir
profundamente si no está adecuadamente preparada(o) para desarrollarlo.
Tal
vez las líneas anteriores, al señalar tantas amenazas y tantos retos, nos
pueda generar una sensación negativa sobre el potencial de las computadoras en
educación. La verdad es que también tenemos grandes oportunidades. Con las
computadoras podemos crear ambientes de aprendizaje basados en la exploración,
la conjetura y el descubrimiento que, como señalan Rasmussen, Erickson y Shaff
(1998), no es posible crear sin ellas.
Las
computadoras hacen posible, en muchos casos, pasar de las palabras a los hechos
y generar ambientes de aprendizaje de tipo heurístico, en los cuales el
estudiante pueda explorar, conjeturar y descubrir.
Tenemos
también la oportunidad de poner énfasis en la comprensión de los procesos más
que en la ejecución de rutinas. Como señalan Gil y otros (1996) las profesoras
y los profesores debemos estar preparad(as)(os) para fomentar una actividad
viva, dinámica, exploratoria, en cuya práctica se desarrollen las capacidades
de:
buscar soluciones sin memorizar procedimientos
investigar modelos, en vez de memorizar fórmulas
formular
conjeturas, en vez de realizar simples ejercicios de aplicación
Además,
la tecnología introduce una nueva era de los procesos educativos basada en la
visualización. Rasmussen, Erickson y Shaff (1998) indican que las computadoras
pueden ser una herramienta para “visualizar”, lo que significa que
trabajando con las computadoras los estudiantes pueden “ver” relaciones
entre entes matemáticos, por ejemplo, que es difícil o imposible de lograr en
su ausencia.
Otro
papel importante que juega la computadora es facilitar la comunicación entre
educadores y sus colegas, entre estudiantes y los educadores, y entre los
estudiantes y otros estudiantes. La red Internet, por ejemplo, permite al
educador y a la educadora obtener información relacionada con métodos y técnicas
de enseñanza, compartir con colegas remotos sus experiencias y alimentarse de
las de ellos, lograr datos reales para sus lecciones, etc. Las y los estudiantes
tienen también oportunidades de acceso a la información absolutamente
novedosas.
En
particular, es importante destacar que las computadoras facilitan que las y los
educadores se conviertan en “publicadores” como indican Rasmussen, Erickson
y Shaff (1998), pudiendo compartir con otros colegas los resultados obtenidos en
su práctica docente.
Creo,
finalmente, que las computadoras en educación tienen el potencial de permitir
la generación de aprendizajes más significativos, en el sentido planteado por
David Ausubel.
F.
Conclusiones
A
manera de conclusiones, es importante indicar lo siguiente:
Quienes
consideramos que el proceso educativo es relevante para formar mejores
costarricenses, y que en este proceso la computadora es una herramienta que
puede tener un impacto importante y positivo, debemos considerar, además, que
su empleo encierra ciertos riesgos a la par de las oportunidades que genera.
Debemos
tomar en cuenta que las educadores y los educadores no estamos adecuadamente
formados para usar la computadora en el proceso educativo, y que es preciso que
nos preparemos si esperamos sacar algún resultado positivo al utilizarlas.
Consideremos
también que nuestros estudiantes aprenden de maneras muy diferentes, y que la
computadora es un recurso didáctico que puede ayudar a crear ambientes de
aprendizaje apropiados para cada uno de ellos, pero que esto sólo será posible
si sabemos como lograrlo.
Tomemos
en cuenta, además, que la innovación tecnológica que supone la introducción
de las computadoras en los procesos educativos debe fundamentarse en un proceso
analítico, crítico, creativo, y riguroso, que debemos apoyar con investigación
educativa permanente.
Usemos
las computadoras para apoyar el proceso educativo con confianza, con decisión,
con ilusión y con esperanza, pero sólo cuando, dentro de un marco de
planeamiento educativo, estemos
convencidos de que podemos superar con ellas lo que podemos alcanzar con otros
medios, y siempre dentro del más preclaro deseo de educar y no sólo de
instruir.
Recordemos
que las y los educadores tenemos la responsabilidad de garantizar que la
incorporación de las computadoras en los procesos educativos debe superar la
simple “alfabetización computacional” que postulan algunos políticos, para
quienes el sistema educativo tiene como tarea principal formar los cuadros de
“recursos humanos”que requieren las empresas transnacionales.
Si
no podemos contar con recursos computacionales en todas nuestras escuelas y
colegios corremos el riesgo de ensanchar más las brechas entre pobres y entre
ricos, y entre la calidad de la educación que reciben unos y otros.
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[1] Me baso en lo indicado por Paciano Fermoso Estébanez en su obra “Teoría de la educación”, según se menciona en una antología publicada en el CIDE, Universidad Nacional, sin fecha.
[2] Citada en Chavarría (1998).
[3] Anita Barabtarlo fue presidenta de la Asociación mexicana de investigadores. Investigadora del CISE-UNAM. Esta cita está tomada de un documento poligrafiado sin fecha.
[4] El Lic. Claudio Torres Zepeda es profesor de Sociología de la Educación en el CIDE, Universidad Nacional. Esta cita fue tomada de una antología de esa unidad académica que no reporta fecha.
[5] Reynaldo Suárez Díaz en el artículo “Educación y Sociedad” incluido en una antología del CIDE, Universidad Nacional, que no reporta fecha.
[6] De acuerdo con Jofré (1994) América Latina contribuye con apenas el 1% del total de publicaciones científicas en el mundo y es, además, ineficiente pues aporta un 1% pero cuenta con un 2.4% del total de investigadores disponibles.