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La Educación como Pedagogía 
o como Ciencia de la Educación

 

M.B.A. Luis Gerardo Meza Cascante.
 Escuela de Matemática, Instituto Tecnológico de Costa Rica.
gemeza@itcr.ac.cr

 

Resumen

El estatuto científico de la Pedagogía ha sido, y es, objeto de numerosos debates. En este artículo me interesa discutir la temática con la finalidad de tomar posición. Para ello se examina el devenir histórico de la educación y diversas posiciones sobre la cientificidad de la Pedagogía, para llegar a conclusiones.

Nadie ignora todo, nadie sabe todo.
Paulo Freire

Introducción

En este trabajo nos proponemos analizar críticamente el papel de la educación como pedagogía o como ciencia de la Educación. Para ello examinamos el devenir histórico de la educación como ciencia y/o pedagogía, algunos aportes acerca de la epistemología del discurso educativo y el enfoque crítico de la educación, con el propósito de  tomar posición.

 

Sobre el devenir histórico de la educación como ciencia y/o pedagogía[1]

La educación ha acompañado al ser humano siempre, al menos desde que este tiene uso de razón. Las primeras manifestaciones del fenómeno educativo deben ubicarse en el plano de lo que hoy identificamos como “educación informal”.

Más adelante, como indica Lemus[2], al acumularse gran cantidad de contenido cultural no fue posible que las generaciones jóvenes lo adquirieran por medio de la simple imitación. Además, cuando las generaciones adultas tomaron conciencia de la necesidad de conservar, depurar y transmitir este contenido nació la educación intencional. Según este autor esta depuración y transmisión fue asumida primero por la familia, pero luego fue necesaria la participación de personas especializadas, es decir, de los maestros y las maestras, incluyendo en algunos episodios a los sacerdotes[3].

Entre los pensadores griegos y romanos de la antigüedad podemos encontrar algunas reflexiones sobre el fenómeno educativo. De acuerdo con Lemus, se conocen meditaciones relacionadas con el problema de la educación de Sócrates y los presocráticos. Los escritos de Platón, Aristóteles, Quintiliano y Séneca, entre otros, son obras de profundo sentido pedagógico, nos dice este autor. Para Ordoñez (1996), obras como La República y Las Leyes de Platón contienen explícitamente el diseño de sistemas de educación.

La educación griega se caracterizó por la gran importancia que tuvo el Estado (estado-ciudad o polis). El individuo al ser considerado un ciudadano tenía que ser educado por y para el Estado. La educación romana se distinguió por la importancia que atribuyó a la familia y por la inmediata y constante conexión con la vida diaria y sus necesidades.

Con la llegada del cristianismo la educación sufrió un cambio profundo. Las primeras escuelas cristianas tenían un objetivo muy claro: enseñar las verdades cristianas como preparación para el bautismo. Mientras el estado cuidaba de la instrucción y formación de las personas, las comunidades cristianas cuidaban de la formación moral y espiritual de sus miembros. Los padres de la iglesia, con el fin de defender la verdad cristiana contra el pensamiento pagano y las herejías, intentaron conciliar ambas posturas mediante la subordinación de la razón a la fe.

Durante la edad media Carlomagno, convencido de la importancia de la educación, decretó en el año 789 que los párrocos instruyeran en las escuelas a todos los niños de la parroquia, fueran nobles o plebeyos. A partir del siglo XII nacieron las universidades y adquirió importancia en el campo educativo la escolástica, enfoque con el que se pretendió conciliar de manera sistemática la verdad cristiana con el pensamiento antiguo, sobre todo a través de Aristóteles, subordinando la fe a la razón. Tomás de Aquino (1225-1274) es el representante por antonomasia de la escolástica.

Durante el Renacimiento se da un retorno a los estudios clásicos. En nombre de un nuevo concepto del hombre y de la naturaleza, se produjo una reacción contra la trascendencia medieval y escolástica. Dentro de los pedagogos importantes de este período está Vittorio Da Feltre (1378-1446) quien consideraba la educación como alegría del espíritu, después de una formación rigurosamente religiosa de la personalidad.

Comenio (1592-1670) consideraba que el ser humano como creación divina tiene en sí el germen de todas las cosas y por consiguiente la función del educador tenía que limitarse a estimular desde el exterior el desarrollo de estos gérmenes. Derivó dos grandes principios pedagógicos: debe enseñarse todo a todos y la educación debe imitar a la naturaleza. Para él las leyes educativas más importantes eran: la enseñanza intuitiva, es decir, basada en la experiencia y el contacto directo con la naturaleza, y la enseñanza cíclica en los diferentes grados escolares.

Locke (1632-1704) precisó como principio básico de la sociedad humana el de la libertad y por tanto, consideró como fin primordial de la educación la formación del carácter y de la inteligencia libre. Para Rosseau (1712-1778) la educación era el camino directo para construir al nuevo ser humano que viviría en una nueva sociedad. El pensamiento pedagógico de Rosseau se centró en la tesis de la bondad originaria de la naturaleza humana.

Kant (1724-1804) se planteó el problema educativo como problema de espontánea conciliación entre la autoridad del educador y la libertad del educando. La pedagogía de Kant se puede definir como la pedagogía de la razón mientras la de Rosseau podría definirse como la pedagogía del sentimiento.

Para Pestalozzi, indican Soto y Bernardini (1981), las facultades o fuerzas esenciales que la educación deberá despertar en el niño son tres: el corazón, la mente y la mano. Como Kant, Pestalozzi concibió el problema educativo como problema de espontánea conciliación entre la libertad del educador y la libertad del educando. Pensaba que dicha conciliación se consigue mediante el amor.

Froebel (1782-1852) concibió la educación como el desarrollo del elemento divino que hay en el ser humano, aquella función que permite a éste descubrir la presencia de Dios en su interior. Planteó que a través del juego el educador puede descubrir los intereses del niño.

 

Podemos considerar que la educación hasta estos momentos se conceptualizaba como pedagogía. Con Herbart (1776-1841) nació la Pedagogía científica[4]. Consideró que la Pedagogía es una disciplina que se desarrolla de manera autónoma sobre la base de la Ética y de la Psicología. Postuló la necesidad de una Pedagogía científica, dando a la Didáctica una sólida base psicológica.

Con el positivismo, fundado por Comte (1798-1857), la pedagogía se transformó en ciencia, no en el sentido que lo entendía Herbart, es decir, sistematización de conceptos basándose en presupuestos metafísicos; sino que ciencia significó para Comte la sistematización de conceptos a partir de la experimentación. Para el positivismo pedagógico la base de la educación y de la escuela es la enseñanza a partir de los hechos concretos, demostrados racionalmente, verificados en el terreno experimental.

Con la Escuela de Frankfurt se gestó un cuestionamiento a la visión positivista de la educación. Siguiendo a Aguilar y otros (1996) tenemos que la pedagogía crítica fundamentó la posibilidad de cambio individual y social a partir de un proceso educativo basado en la interacción entre iguales. La mayoría de los autores de la pedagogía crítica, dicen estos autores, considera esenciales tanto las relaciones internas de la escuela como las que se producen en el exterior. Vinculan el proyecto educativo al ámbito de la comunidad en la que se inscribe y participa de la vida de ésta. Parten de un cuestionamiento y una reflexión constante de los hechos sociales, culturales y políticos de más trascendencia y toman postura ante los actos de injusticia, discriminación y violencia.

Los autores de la pedagogía crítica enfatizan la necesidad de estudiar la transmisión de poder dentro de la escuela, así como los procesos de resistencia de los estudiantes. Critican a la escuela su faceta de aparato reproductor de la ideología pero valoran otras funciones sociales. La escuela es un espacio creativo lleno de posibilidades de generar acciones de resistencia, conflicto y transformación. Ven el aprendizaje como proceso de interacción comunicativa y al profesor como facilitador del diálogo.

La pedagogía crítica, desde la perspectiva comunicativa, indican Aguilar y otros (1996), desarrolla el compromiso con el proceso sociohistórico de profesores y estudiantes. Explican como la subjetividad es fruto de la experiencia, del influjo de las relaciones sociales y del marco sociocultural en el que se desenvuelven y de las interpretaciones subjetivas. Plantean, nos dicen estos autores, que el sujeto no es el producto del discurso, el sujeto cognoscente es un sujeto actuante a partir de la relación dialéctica entre pensamiento y acción, responsable de su propia voz. La construcción de significados individuales y la apropiación del conocimiento resultan de la interacción sujeto-sujeto-sujeto-objeto en un marco histórico y cultural dado. Por tanto, el significado como el conocimiento es de naturaleza esencialmente social.

Defienden un modelo de aprendizaje basado en un proceso comunicativo a través del cual los sujetos elaboren sus propios significados y construyen colectivamente la realidad[5].

La “Teoría de la Acción Comunicativa” expuesta por Habermas contempla la sociedad simultáneamente como mundo de la vida y sistema. De esta manera, indican Aguilar y otros (1996), recupera el papel de la persona por encima de los sistemas o las estructuras, dándole la posibilidad de desarrollar acciones de cambio encaminadas a transformar la sociedad. Habermas desarrolla una teoría de la competencia comunicativa; una de las características de esta teoría es la demostración de que todo intento de explicación de lo que es la persona conlleva discursivamente hacia lo que debería llegar a ser y en función de la cual la persona es capaz de generar acciones para su propia transformación.

La “Teoría de la Acción Comunicativa” de Habermas explica la posibilidad de provocar el cambio social mediante del acto comunicativo y la capacidad discursiva de las personas, por tanto, le otorga a esta la posibilidad de desarrollar acciones para la emancipación[6]. El mundo de la vida aparece como un depósito de autoevidencias o de convicciones incuestionadas, creencias, prejuicios, ideologías sobre las que hay un consenso generalizado y que pueden tornarse relevantes en una conversación y consiguientemente, susceptibles de problematización y cuestionamiento, indican Aguilar y otros (1996).

Habermas propone que el interés emancipador da lugar a la acción autónoma, responsable y basada en prudentes decisiones. La educación desde este punto de vista puede lograr que la persona se comprometa en una acción autónoma, que surge de intuiciones auténticas, críticas, de la construcción social de la sociedad humana.

Reconozco también el aporte de otros autores en este enfoque crítico de la educación. En particular, el aporte de Paulo Freire[7], para quien, de acuerdo con Juste (1994), la función principal de la educación es hacer personas libres y autónomas, capaces de analizar la realidad que les rodea, participando en ella y transformándola.


[1] El desarrollo de esta sección, salvo que se indique expresamente otra cosa, se basa principalmente en Sarramona (1985), Soto y Bernardini (1981), Aguilar y otros (1996) y Ordoñez (1998).
[2] Lemus, Luis Alberto. Concepto de Pedagogía. El artículo está incluido en una antología de Cordero publicada en la Universidad Nacional, en la cual no se reportan datos de fechas.
[3] Soy consciente de que esta posición es muy esquematizada y que refleja el acontecer en el continente europeo, principalmente. Otros pueblos también han tenido un desarrollo de su proceso educativo que puede coincidir o no con el esquema presentado.
[4]
Autores como Lemus consideran que el comienzo de la educación científica lo podemos situar en Comenio, exponente de la enseñanza objetiva y en Herbart, autor de la pedagogía de la instrucción.
[5]
Es necesario indicar que estos planteamientos tienen sustento, además de la Escuela de Frankfurt, en pensadores como Freire, Giroux, Apple, Willis y Bernstein.
[6]
Un interesante análisis de algunas críticas a los planteamientos de Habermas sobre este punto puede encontrarse en el artículo de Sergio Pablo Fernández indicado en la bibliografía.
[7]
El artículo del profesor Pablo Flecha, citado en la bibliografía, hace un interesante planteamiento sobre la vigencia del pensamiento de Pablo Freire.


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