A. Modelos
en el proceso de enseñanza–aprendizaje. Resulta atinado comenzar
el análisis partiendo de lo que se entiende por modelo. Dentro de las
definiciones estudiadas, las más representativas son las dadas por Henry
(1995), Kaufman (1996) y Miller (1998), respectivamente. Ellas son las
siguientes: “Modelo es una representación generalmente simplificada de un
fenómeno real” (Henry, P.
1995, p. 46). “Modelo es una representación abstracta y simplificada de
un cierto fenómeno real, ciertas operaciones que traducen situaciones reales;
se define como elementos del modelo” (Kaufman, A. 1996, p. 17). “Por modelo se entiende un sistema concebido
mentalmente o realizado de forma material, que, reflejando o reproduciendo el
objeto de la investigación, es capaz de sustituirlo de modo que su estudio
nos dé nueva información sobre dicho objeto” (Miller, J. 1998, p. 13).
La primera, aunque un
tanto lacónica, orienta en tiempo y espacio al permitirnos comprender, en un
primer momento, la relación directa que se establece entre el modelo y un
determinado fenómeno real. La segunda, un poco más explícita, pone al
descubierto los procesos de pensamiento útiles para la representación de
dicho fenómeno real, pero queda todo su análisis en el plano teórico. Por
último, la tercera definición constituye la guía para la elaboración del
concepto operante de modelo didáctico, al ser capaz de trascender el plano
teórico.
Para la elaboración del modelo
didáctico que favorezca la formación de valores a través de la solución de
problemas, se consideran las características fundamentales que deben poseer
los modelos; ellas son: Abiertos: Capaces de interactuar con el medio,
Flexibles: Capaces de adaptarse y acomodarse a diferentes situaciones dentro
de un marco o estructura general, Dinámicos: Capaces de establecer diferentes
relaciones potencialmente, Probabilísticos: Capaces de poder actuar con un
margen de error, o de éxito aceptable que den confianza a la acción. Los modelos en el proceso de
enseñanza–aprendizaje han devenido una tendencia mundial para fundamentar la interacción
que se establece entre profesor y alumno, y a partir de ella, valorar la
efectividad del aprendizaje. El autor comparte el criterio de que un modelo
didáctico reposa sobre una determinada concepción de la enseñanza–aprendizaje
y de las personas que intervienen en el proceso, de los objetivos generales
de la educación y del entorno sociocultural y físico. Además, como el objetivo es la
elaboración de un modelo didáctico que debe estar basado en un determinado
modelo de enseñanza–aprendizaje, se analiza para asumir una determinada
postura. Según Contrera (1995), de
acuerdo con el tipo de interrelación que se establece entre profesor y
alumno, se distinguen tres tipos de modelos supeditado a diferentes
tendencias sobre el aprendizaje. El modelo Transmisión pasiva
se aviene con el que otros autores nombran como modelo de
Transmisión–Recepción de conocimientos, el que responde a una posición
conductista; en él la interacción docente tiene como propósito la transmisión
de informaciones del profesor a los alumnos, quienes actúan como receptores,
y gracias a la imitación y la reiteración, lograrán reproducir los
conocimientos que les fueron transmitidos. El papel preponderante dentro del
proceso lo asume el profesor, puesto que el propósito fundamental es mostrar
un conjunto de conocimientos “acabados”. El modelo titulado Escuela
Activa encuentra correspondencia con el llamado aprendizaje por
descubrimiento, el que constituyó una reacción a la escuela pasiva y obedece
a una posición humanista del aprendizaje. Aquí se comprende como elemento
positivo, la individualidad personológica del estudiante, y el maestro se
pone a disposición de ella ayudándolo en la medida en que sus capacidades y
posibilidades lo permitan; por tanto, el maestro está completamente en
función del alumno y no de los intereses de la sociedad. Por último, el modelo de
Reconstrucción del Conocimiento asume las tendencias pedagógicas más
relevantes del presente siglo acerca del desarrollo del pensamiento y de la cognición
humana. Estas tendencias representan un salto cualitativamente superior con
respecto a las tendencias anteriores. A diferencia de otros enfoques
en los que se hiperbolizaba el papel del profesor, en el primer caso y el del
alumno en el segundo, dentro de éste se atienden con igual interés las
acciones de enseñar y de aprender, como un proceso en el que interactúan, el
profesor y los estudiantes, y en el que cada uno tiene una importancia
marcada en el ámbito de la enseñanza y el aprendizaje. Es así como la escuela
se transforma en un espacio donde se ha de promover el desarrollo del
pensamiento, las habilidades y los valores, en vez de ser un vehículo de
informaciones sobre normas y valores. Los tres modelos anteriormente
valorados adoptan diferentes denominaciones, según la literatura que se
consulte; sin embargo, la esencia de sus fundamentos psicopedagógicos es la
misma, según se atienda, con mayor énfasis, el problema de la enseñanza, el
del aprendizaje o el del proceso enseñanza–aprendizaje y la interacción que
se establezca entre el profesor y los estudiantes dentro del proceso. Al proponer el modelo se
consideró que no existe ninguno, y mucho menos uno didáctico ideal, es decir,
que sirva para alcanzar todo tipo de objetivos y que se adecue a todo tipo de
situaciones. Pero él puede alcanzar la delimitación de algunas de las
variables, y permitir una visión aproximativa al problema, orientando
estrategias, de forma general, para la verificación de relaciones entre
dichas variables. Desde posiciones asumidas, un modelo
didáctico es una concepción sistémica que, en el plano de la enseñanza y
del aprendizaje, estructura una determinada práctica dentro del proceso
docente–educativo, para incidir en la formación integral de la personalidad
del estudiante. De la definición anterior,
utilizada como conceptualización operante, se infiere que el mismo tiene su
origen en una teoría más o menos explícita que lo sustenta y que, al ser una
representación de la realidad, se convierte de manera directa en organizador
de la actividad; en un punto de partida para la reflexión sobre la práctica.
El modelo didáctico es, además, un mecanismo válido para el análisis y
evaluación del sistema. Al tener el modelo un carácter desarrollador
integral, el mismo constituye un modelo sistémico abierto, donde las
relaciones entre sus componentes no pueden ser de otra manera que
dialécticas. El modelo alcanza una nueva y
mayor connotación al ser diseñado a partir de los problemas existentes en
relación con la pérdida de valores a nivel internacional y estableciendo un
verdadero elemento de relación entre el mundo real, es decir, la vida y el
mundo escolar. En este caso se diseña el proceso docente-educativo con
problemas reales, que afectan en grado sumo el quehacer de cualquier
sociedad. Revista Virtual, Matemática Educación e
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