C. Modelo didáctico para la formación de
valores a través de los problemas matemáticos. El objetivo de esta sección es
la explicación-descripción del modelo didáctico para la formación de valores
a través del tratamiento de los problemas matemáticos; en él se dilucidan las
acciones a realizar por los profesores en cada una de sus etapas. En la primera etapa del
modelo, denominada ORIENTACIÓN, el profesor debe conocer y prepararse en
relación con los elementos teóricos (entiéndanse fundamentos psicológicos,
pedagógicos y filosóficos) que permiten garantizar la formación de valores
desde el punto de vista general y particular, a través del tratamiento de los
problemas matemáticos. Esta
etapa sirve de guía para que el profesor conozca los principios tenidos en
cuenta para dirigir el proceso de formación de valores desde la clase. El
trabajo del docente estará matizado
por la comprensión de la importancia de los principios, tanto para la
formación de valores como los didácticos, así como de las relaciones que se
establecen entre ellos en aras de garantizar el éxito del proceso de
formación de valores en los estudiantes. En este instante es importante que
conozca que aquí es donde se deben imbricar ambos tipos de principios y que
en estos se integran todos los elementos teóricos analizados. Los principios utilizados para
la formación de valores, poseen un carácter general para la educación y en
particular para el modelo. Dentro del
modelo ellos son de obligatorio cumplimiento y funcionan de manera coherente
con los principios didácticos, pues
encuentran su concreción en el proceso docente–educativo de la
Matemática, lugar donde ocupa un espacio ponderable el tratamiento a los
problemas. Los principios para la
formación de valores, establecidos en el modelo, constituyen una elaboración
a partir de la propuesta de las Cátedras de Valores de los Institutos
Pedagógicos de Camagüey y Holguín. Estos son: Principio del carácter
sistémico de los valores, Principio del aprovechamiento pleno de las
relaciones interpersonales y del entorno socio–cultural en el que se
desenvuelve el estudiante y el Principio de identificación de los componentes
principales de los valores a tener en cuenta en cada nivel de enseñanza. El primero implica concebir
los valores como un sistema, donde cada valor cumple determinada función y
complementariedad mutua en la formación de la personalidad, con una jerarquía
en dependencia del momento y lugar en que se desarrolla el individuo. Ningún
sistema de valores es absoluto, sus elementos se mueven dependientes de la
realidad que los conforma. El orden de prioridad con que se ubican los
valores dentro de la actividad a realizar, se determina a partir del diagnóstico, teniendo en cuenta
la importancia y necesidad de trabajar en ellos. El segundo orienta a la
utilización de métodos de enseñanza que faciliten la comunicación entre los
propios estudiantes y entre los estudiantes y el profesor, y que se vincule
la enseñanza con el entorno socio–cultural y físico en que se desenvuelve el
estudiante. Por último, el tercer
principio es una guía o pauta a seguir en el tratamiento de los valores, que
indica que el componente del valor está en función de su contenido y éste
dependerá del sistema de valores sociales; nivel de enseñanza; desarrollo de
la personalidad del alumno; y del contexto socioeconómico. Los principios
didácticos en lo que se sustenta el modelo son los siguientes: Relación entre lo afectivo y lo cognitivo, relación entre la
actividad y la comunicación y Relación entre lo instructivo y lo educativo. La interacción y fusión de ambos principios
–didácticos y para la formación de valores- es concebida como la regla
fundamental de organización de este modelo, que asegura la correspondencia
del modelo con sus funciones. La aplicación de ellos, garantiza, en primer
lugar, formar a los estudiantes en
valores acordes con los de nuestra sociedad. En segundo lugar, permite
trabajar con la individualidad de los estudiantes, teniendo en cuenta sus
aspiraciones, motivos y voluntad, es decir, que el modelo se mueve en torno a
los estudiantes, a sus posibilidades físicas y psíquicas. Dentro de las clases de Matemática, al aplicar los
principios, didácticos y para la formación de valores de manera simultánea,
se rompe con el esquema tradicional que se presentan las ideas ya formadas
por el profesor o los adultos, acerca de la resolución de problemas y el
mundo; así la Matemática se erige como un elemento sociocultural
imprescindible en la formación del estudiante. Además de lo anterior, ya no es una quimera la
aspiración de relacionar los conocimientos con su aplicación práctica, puesto
que los conocimientos desarrollados y presentados a través de la resolución
de problemas sobre el entorno sociocultural, reflejan en su esencia las características de los valores
y del mundo real. En tal sentido, con la
aplicación de los principios –tanto para la formación de valores como
didácticos– se pretende lograr una instrucción capaz de desarrollar, formar y
crear una organización que dirija el proceso de formación de valores dentro
de la clase de matemática y en particular a través del tratamiento de los
problemas matemáticos. En la etapa número dos, denominada CONCRECIÓN, se
considera el momento pertinente para que el profesor trabaje en la definición
de los valores que se propone formar y, junto con ello, fije los indicadores
que medirán su nivel de desarrollo, es decir, los operacionalice. En la dirección metodológica, el profesor debe
proceder de la siguiente manera: en un primer momento selecciona los valores
a trabajar; posteriormente analiza qué indicadores están presentes en cada
uno de ellos; en un tercer momento, determina cuáles indicadores, de los
analizados aparece con más frecuencia en los valores dados y, por último,
después de seleccionados los indicadores, se declaran los criterios para
medir su grado de desarrollo. En tal sentido, en el trabajo se definen los
valores en los que se incide de manera directa, frutos de una elaboración a
partir de los trabajos de Chacón (1999) y Ross (1998). En el caso del valor
Laboriosidad se asume como definición operante: la dedicación y satisfacción por el trabajo creador.
Dentro de sus indicadores fundamentales se integran la perseverancia, la
autoproposición de metas, la autoexigencia, la crítica y autocrítica, la
seguridad y confianza en sus posibilidades, la ayuda mutua y la disposición
para enfrentar la tarea. El
valor Responsabilidad es precisado como: la asunción de las obligaciones por
el individuo como un compromiso consecuente en su actuación. Los indicadores
fundamentales que aparecen implicados en él son la seguridad en sí mismo, la
toma de decisiones, la perseverancia, la autoproposición de metas, el
responder por sus actos, y la crítica y autocrítica. El valor Solidaridad es considerado como:
el grado de relaciones que se establecen afectuosamente entre los individuos,
en función de objetivos comunes de la clase, sector, grupo, países, etcétera.
Dentro de los indicadores esenciales definidos para su estudio se encuentran
la confianza en los demás, la ayuda mutua, la comprensión de la situación de
los demás, la comunicación afectiva, la comunidad de intereses, y el
desprendimiento.
Revista
Virtual, Matemática Educación e Internet. |